El Gladiador by Simon Scarrow

El Gladiador by Simon Scarrow

autor:Simon Scarrow
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 8435062114
publicado: 2010-03-31T04:00:00+00:00


CAPÍTULO XIX

Áyax, en compañía de Kharim, observaba atentamente el avance de su enviado. Chilo había demostrado ser muy valiente desde que se había unido a la pequeña banda de fugitivos que, a su vez, se habían sumado a Áyax en los primeros días de la revuelta. Sin embargo, su valentía tenía cierta despreocupación de la que Áyax se había percatado ya durante la primera escaramuza que les había enfrentado a una patrulla romana. Era casi como si Chilo no temiera a la muerte aun cuando amaba su nueva vida, libre de las terribles restricciones de la esclavitud. De entre las filas de los tenientes de más confianza de Áyax, Chilo era sin duda el más popular con el resto del ejército. Chilo había nacido siendo una persona libre, el hijo de un comerciante ateniense. Cuando el socio de su padre desapareció llevándose hasta la última moneda de plata, justo antes de que venciera el pago de los impuestos anuales, la familia se había arruinado. El recaudador de impuestos, tal como era de esperar, puesto que estaba en su derecho, obligó al comerciante a que tanto él como su familia se vendieran como esclavos. Por aquel entonces Chilo tenía cinco años y fue separado de su familia en el mercado de esclavos cuando lo compró un funcionario romano y lo envió a servir como esclavo doméstico en su finca de Creta. Áyax se había enterado de todo esto junto a la hoguera del campamento mientras conducía a su cada vez más numerosa banda de esclavos fugitivos por la provincia en ruinas. No obstante, Chilo no había contado muchas cosas acerca de sus años de servidumbre, y cuando hablaba de ellos sus ojos ardían con un intenso odio, un sentimiento que Áyax comprendía perfectamente. Hacía mucho tiempo ya que había llegado a entender la diferencia entre los hombres que habían nacido siendo esclavos y los que habían sido convertidos en esclavos. Los primeros aceptaban su condición, en cierta medida. Se habían sumado a su ejército, sí, y luchaban bastante bien, pero la mayoría de ellos carecía del fanatismo de Chilo y de aquellos otros para quienes la esclavitud era una vergüenza. Todos y cada uno de los desaires e injusticias que habían soportado habían quedado grabados a fuego en sus almas. Era como un veneno lento; Áyax se había dado cuenta de ello un día que reflexionaba sobre su propia experiencia.

Su padre había dirigido una pequeña flota de barcos pirata, que había desafiado a la marina romana durante muchos años, hasta que finalmente fueron atrapados y destruidos en una bahía de la costa de Iliria. Su padre había pagado el precio de desafiar a Roma siendo crucificado. A Áyax y a los demás prisioneros los habían vendido como esclavos. Resultaba irónico que lo hubiera comprado el propietario de una escuela de gladiadores y lo hubiera adiestrado para ser un luchador, y ahora él correspondía a sus antiguos amos con las habilidades que había aprendido en la arena causándoles todo el sufrimiento posible.



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